ENERO 2025

 

El amor es asimétrico


Leticia Soberón Mainero
Psicóloga Experta en Inteligencia Colaborativa
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo


En toda relación de cariño -familiar, de pareja, de amigos-, cada persona ama sólo en la medida de sus posibilidades. No todo el mundo tiene la misma capacidad para dar y recibir amor.

Esa capacidad podría ser descrita de muchas formas. Por ejemplo, cuánto la persona realmente conoce y acepta a la otra, cuánto la respeta en sí misma y en sus decisiones libres; si es capaz de escucharla y acoger su realidad, cómo favorece su desarrollo y su bienestar, si tiene paciencia en aquello que le es difícil gestionar… Y para recibir amor, correlativamente se requiere respetarse a sí misma, ser veraz ante la otra persona y dejarse conocer, dejarse cuidar y recibir atenciones… En todo amor auténtico la reciprocidad es clave para que haya una relación sana. Es dar y recibir. Pero incluso en la reciprocidad, el amor suele ser asimétrico. Una de las partes suele amar más intensamente que la otra. O al menos, con tipos de generosidad dispar: en unos campos más que en otros, cosa no siempre percibida en sus matices, de modo que con frecuencia las personas se perciben dando más que lo que reciben.

La mayoría de nosotros estamos muy pobremente formados en el arte de amar. Hemos ido creciendo selváticamente a base de experiencias más o menos gratificantes o dolorosas. Nos defendemos, nos escondemos, calculamos…

Aun así, casi siempre intentamos amar. Es aquí donde hay que recordar que, sea en la medida y del modo que sea, cuando alguien expresa un gesto de amor sincero y desinteresado, lo hace gratis. En ese dar y recibir, las personas nos regalan su tiempo, su apoyo, porque quieren. Son libres, pueden hacerlo o no. Nada puede exigirse. Y mucho menos reclamarse como «pago» por algo que uno hizo en momentos anteriores. Todo don se da porque se quiere dar. Y toda respuesta o correspondencia, es también gratuita por parte de los otros. El dinamismo de una gratuidad de cariño es difusivo y alcanza mucho más allá de los inmediatos. Llega lejos, irradia hasta quienes no conocemos, por esa indefinible conexión que existe entre las personas.


En nuestras relaciones personales asumamos que posiblemente hay quien nos ama mucho y nosotros menos, y en otros casos la asimetría se da al revés: nosotros expresamos más amor que el que percibimos de alguien. Y no podemos ni debemos exigir nada. La primera condición de la amistad es no forzar. Cada uno da lo que puede dar.

Así es entre Dios y nosotros. Él da todo. Nosotros, lo que podemos. Pero así su Amor llega lejos. Mucho más allá de nosotros.






DICIEMBRE 2024

Alabanza en la Fragilidad: la muerte en el umbral del Misterio 

5 de abril de 2015  

 

Manolita Pedra Pitar 

Miembro de la Colegiata Nuestra Señora del Cielo

Hoy es como si Dios me hubiera hecho saber que acepta mi gran deseo de reparación. Estoy de nuevo muy enferma. La enfermedad no la envía Dios, tan solo es llegar al límite de mi finitud. La enfermedad no la envía Dios, pero toda mi vida es de Dios. También mi muerte es de Dios. Y yo soy toda de Dios. Mientras estaba esperando entrar a la consulta del médico, más de una hora, estaba con mucha paz y consolación interior, y de vez en cuando iba diciendo mentalmente unas pocas estrofas de una de las poquísimas oraciones que sé. Es de Charles de Foucauld¹ (añadida al final de este escrito), solo sé unas frases en las que se pide a Dios que se haga, en el que pronuncia la oración, lo que Él quiera, y sea lo que sea lo que llegue a pasarnos, le damos gracias. De vez en cuando iba haciendo este acto de abandono confiado, dando las más fervorosas gracias a nuestro amado Abba. Cuando me han comunicado el resultado de las pruebas médicas, me he quedado tan indiferente que tal vez habrá parecido que no me estaba enterando de nada. 

Cuando he salido, me ha entrado como un sentimiento de pereza por tener que pasar por todo lo que me esperaba, pero enseguida he pedido perdón a Dios con mucho arrepentimiento y he regresado a mi fervoroso dar gracias por todo. Ha sido después cuando he comenzado a pensar que mis pobres actos de reparación Dios los había aceptado y ahora, en la realidad del límite de mi vida, esto tendría una consumación, no buscada por mí, pero sí abrazada amorosamente por mí, por amor a Dios y a mis hermanos. 


Tengo ahora, mientras escribo, otro deseo muy fervoroso: dar toda gloria a Dios, en mi límite, vivir solo para seguir dando testimonio del inmenso amor de Dios, seguir en toda alegría interior, seguir entregándome más y más a su Amor. Dejar que Él siga quemando y quemando y quemando... 

Quisiera hacer de mi fragilidad una continua alabanza. Quisiera transformarme en una acción de gracias. Sí, quisiera aprovechar el tiempo, quisiera aprovecharlo bien, para cuando la fragilidad se haga tan extrema que ya no sea ni posible pronunciar su Nombre santísimo. Y quisiera servir amorosamente a mis hermanos, incluso cuando ya Nuestro Señor tan amado me haya llevado más allá del umbral del Misterio. 

Cuando la enfermedad haga su trabajo, sé que Dios estará, también, haciendo su trabajo, creo que cuando llegue no moriré solo por la enfermedad, sino que Dios me habrá consumido totalmente en la llama ardiente de su amor. Entonces, cuando todo esto haya pasado, entenderé todo lo que Dios ha querido hacer en mí sin saber yo cómo puede ser, entonces todo se llenará de luz. 

Llevo unos días en un recogimiento y en un silencio muy grandes, en una continua alabanza, totalmente bañada en el amor de Dios.

 

1 Plegaria de Charles de Foucauld 

Padre mío, 

me abandono a Ti. 

Haz de mí lo que quieras. 

Lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo. 

Con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío. 

Pongo mi vida en Tus manos. 

Te la doy, Dios mío, 

con todo el amor de mi corazón, 

porque te amo, 

y porque para mí amarte es darme, 

entregarme en Tus manos sin medida, 

con infinita confianza, 

porque Tú eres mi Padre.

 


Meditación





NOVIEMBRE 2024

 Soledad y silencio: un viaje hacia adentro


Manuela Pedra Pitar
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo
Teóloga
Barcelona

Esta sociedad en la que estamos inmersos, para bien y para mal, ha convertido el ruido y la hiperactividad en el aire que respiramos y el ambiente en que nos movemos. Se considera natural e incluso necesario que nuestra vida sea así. Diríase que nuestra sociedad afirma su identidad con la algarabía y el movimiento que es capaz de producir, sustituyendo la capacidad de reflexión de los hombres y las mujeres que la forman, por estridencias y prisas que les ahorran pensar. Diríase que a nuestro alrededor cunde y se eleva una estrepitosa conjura contra el silencio y la soledad, como si de enemigos del progreso se tratara.

Siendo así, la persona puede llegar a convertir su existencia en una sistemática huida hacia el exterior, despreciando por considerarlo un estorbo en esta ensordecedora carrera, las posibilidades de conocimiento de sí mismo y de los otros en cuanto personas; ignorando el mundo de los sentimientos y las emociones, y secuestrando lamentablemente el mundo interior en las cárceles oscuras del olvido. Sabemos mucho mejor lo que hacemos y lo que tenemos que lo que somos. En resumen, estamos inmersos, sin darnos cuenta, en una espiral deshumanizadora.

La soledad y el silencio, el silencio y la soledad, uno y otro forman una unidad de posibilidades del ser, se ofrecen ante nosotros como la capacidad de descontaminarse de tantos estímulos ambientales poco humanizantes que se imponen a nuestra conciencia, para dar paso al acto de libertad que supone ponernos en el ámbito de posibilidad de atender los estímulos que germinan en el interior de cada uno. Buscar en nuestras vidas espacios para cultivar estos dos valores aparece ahora como algo absolutamente necesario si queremos crecer armónicamente como personas.

La soledad y el silencio son un viaje hacia dentro. Para entrar en nuestra interioridad, sólo hace falta apartarse del rugido exterior, apartarse física y mentalmente de tanto ruido y ajetreo innecesarios y destinar algún tiempo y lugar para hacer esta inmersión en la tarea más importante que tiene por delante todo ser humano: paladear, disfrutar del regalo de la existencia. Evitar la dispersión en la que nos perdemos para encontrar la esencia de nuestro ser personal. Descubrir los mil motivos de asombro y de gratitud que encierra la vida. Entender cómo solo a través de este viaje, somos capaces de descubrir que la comunicación y la solidaridad con los que nos rodean es la única posibilidad de realizarnos personalmente.


Fuente: Murtra Santa María del Silencio (www.murtra.org), junio de 2015

 

Meditación



OCTUBRE 2024

 

El jardín de María


María de Jesús Chávez-Camacho Pedraza
Pineda de Mar (Barcelona)

En Bélgica, a unos 25 kilómetros de la ciudad de Lieja, hay un lugar, un remanso de paz:  Banneux.

Es 15 de enero de 1933, Mariette Beco que tiene 11 años, está en su casa mirando por la ventana en una noche nevada. Está atenta esperando a que su hermano Julian regresa a casa del trabajo. De pronto ve a través de la ventana a una hermosa mujer vestida de blanco que parece no tener frío y que le hace señas para que salga de la casa. Mariette se lo comenta a su madre, pero ésta le dice que no salga, no vaya ser que sea una bruja. Al asomarse la niña de nuevo a la ventana, la hermosa mujer ya no está. María la madre de Jesús se deja ver de Mariette 8 veces entre el 15 de enero y el 2 de marzo de 1933. Una de esas veces María bendice a la niña imponiéndole las manos.

Cuando Mariette le pregunta a María, a petición del párroco, cómo se llama, ella le dice: soy la Virgen de los Pobres. También nos invita a orar.

Me pregunto cuál es el milagro mayor, el regalo más grande que ocurrió en Banneux. ¿Es lo que dijo María? ¿Son las curaciones? Quizá el obsequio más grande de María en este bello lugar, como en otros lugares donde María se ha manifestado, es su amorosa presencia.


Muchas personas acuden a este santuario y recorren este bello “jardín de María”. Hay diversas capillas, una construida, a petición de María y que se encuentra ubicada en lo que era el patio de la casa de la familia de Mariette. Está, además, la Iglesia de la Virgen de los Pobres, con una capacidad para 5000 personas y que por su forma evoca la “tienda del encuentro” de los hebreos en su travesía del desierto. Hay bancos donde sentarse, diferentes sitios donde orar en grupo o a solas en silencio.  Los peregrinos pueden sumergir las manos en la fuente. María dice que esta fuente “está reservada a todas las Naciones, para aliviar a los enfermos”. Porque dice María: “vengo a aliviar el dolor”.

En Banneux hay una casa llamada “Hospitalidad” donde son acogidos los peregrinos enfermos, así como a sus acompañantes.

Este año 2024 en el santuario de Banneux es gran fiesta. Son los 75 años del reconocimiento oficial de las apariciones por parte de la Iglesia.

Cada año miles y miles de peregrinos van a Banneux, enfermos de diversas dolencias, y mucha gente que desea encomendar a María sus pobrezas, sus sufrimientos, sus sueños, sus búsquedas. Ella nos invita a meter las manos en la fuente que nos recuerda el agua de Vida que Jesús nos ofrece para vivir en plenitud.






SEPTIEMBRE 2024


Manuela Pedra Pitar 
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo
Barcelona


25 Aniversario de mi conversión (1961-1986) 

Dios siempre nos busca. Él nos busca aún a pesar nuestro. Nos busca para llevarnos donde Él quiere y ser nuestra felicidad. Por nuestra parte, solo nos queda dejarnos encontrar. 

Ahora es mi aniversario, el mejor de todos, el único, el de la verdadera vida para mí. 

Ahora hace veinticinco años que conocí a Dios. Hace ya veinticinco años y todavía ahora revivo aquellos momentos con total intensidad. Cada año recuerdo hasta los más pequeños detalles, los vuelvo a vivenciar, pero cada vez encuentro nuevas claves de interpretación que me hablan de la infinita misericordia y amor de Dios. 

Dios es y esto basta. Todo lo que somos es puro don suyo. Estos años han sido un ir madurando lentamente esta verdad, un irla madurando adentrada en el silencio y en el despojamiento. 

Dios es, con esto basta. 

La contemplación de esta realidad llena toda mi vida y lleva mi espíritu y todo mi ser a un estado de continua y profunda adoración que no sé explicar. 

Dios es. Con esto tengo suficiente para vivir; todas las demás realidades quedan incluidas en esta realidad fontal, primera. 

Nada queda fuera de esta realidad englobante. En Dios todo queda armoniosamente incluido, como en un abrazo infinito. 

Demos gracias porque somos de Dios, porque todo es fruto de su amor. Gracias por las cosas que nos rodean que nos hablan de Él, por la vida que tenemos que es completamente suya. ¡Gracias! Demos gracias por tanto bien y, sobre todo, demos gracias. 

porque por su bondad nos tenemos los unos a los otros. 

¡Gracias!


Fuente: Libro Ser pan para los demás - Edimurtra Pag.165


Manuela Pedra Pitar (Barcelona, 1936-2015)

Licenciada en Ciencias Eclesiásticas y en Teología por la Facultad de Teología de Cataluña (España), donde cursó también los estudios de Doctorado. Colaboradora durante tres años en el Departamento de Moral de la citada Facultad. Realizó un máster en Psicología religiosa en la Fundació Vidal i Barraquer (Barcelona). Miembro del movimiento de Cursillos de Cristiandad de Barcelona ejerciendo el cargo de presidenta durante seis años. También participó en los Equipos de Matrimonios de Nuestra Señora en los que ocupó diversos cargos de responsabilidad. Dirigió cursos de formación religiosa y de valores humanos a grupos de jóvenes y adultos, así como acompañamiento espiritual a personas de diversas edades y condición. Impartió cursillos de lectura y comprensión de textos bíblicos, teológicos y filosóficos entre otras disciplinas. Sus enseñanzas se desarrollaron principalmente en Barcelona y en otras ciudades del estado español, así como en otras ciudades de Europa y de América Latina.

Autora de diversos artículos de opinión en prensa escrita, así como en revistas especializadas.




Meditación








JULIO 2024

 La interioridad como jardín


Leticia Soberón Mainero
Psicóloga Experta en Inteligencia Colaborativa
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo

Estar con uno mismo es inevitable, aunque a veces quisiéramos huir o aturdirnos por no entrar en este microclima que llamamos interioridad cuando lo encontramos oscuro, desordenado, confuso, dominado por la tristeza, el mal humor, la agresividad, la indiferencia. En estas ocasiones los demás suelen darse cuenta y huyen para no contagiarse de esta negatividad.

 «Hay que cultivar en uno mismo actitudes sanadoras como la benevolencia, la paz y el perdón.»

¿Cómo evitar estas caídas, esta negrura a veces intensa, que nos tiñe por dentro y se trasluce hacia afuera?

La imagen que me viene a la mente es la de un jardín interior. Un espacio que debemos cuidar y mantener bonito, limpio, acogedor. Aireado y libre, pero a la vez bastante cultivado. Aunque no está a la vista de los demás, ellos perciben de algún modo su estado.

Para cultivarlo y embellecerlo, es necesario en primer lugar detectar su situación actual. Si hay preocupaciones e inquietudes, preguntarse por qué; en otras palabras, realizar un tipo de diagnóstico básico para poder orientarse sobre qué hacer. La inquietud, la tristeza, el desencanto y la frustración suelen ser compañeros de camino en la vida cotidiana, pero no conviene instalarse en ellas como estado permanente porque son muy destructivas. De ahí el estrés, el desgaste, las enfermedades psicosomáticas. Y porque en realidad, ante las mismas circunstancias, podemos situarnos de otra forma para modificar precisamente este clima interior. Cambiar la mirada y las claves de lectura, bajar unas líneas en la exigencia con nosotros mismos y en la expectativa hacia los demás, son actitudes que actúan como luz matizada y agua para el jardín reseco por el sol del perfeccionismo.

Seamos sinceros con nosotros mismos para detectar las fuentes de este desencanto y afrontarlas, buscando posibles salidas, enfoques diferentes que nos ayuden a soportar de otro modo una situación, solicitando a alguna persona de confianza el diálogo que nos enfoque de nuevo la situación buscando oportunidades de crecimiento.

En segundo lugar, pienso que hay que cultivar en uno mismo actitudes sanadoras como la benevolencia, la paz y el perdón, indispensables para cambiar este clima interior. Cuando uno sobrecarga su mente y su corazón con resentimientos, odios, deseos de venganza, va marchitando la vida por dentro. Es necesario curar. No porque cambien las circunstancias, sino porque uno las asume de una forma nueva y decide sacar de su interior las malas hierbas que ahogan las flores y hortalizas.



Sinceramente no soy partidaria de lo que se ha banalizado como «psicología positiva» cuando se reduce a repetir infantilmente frases que nos ilusionen con situaciones irreales: «yo lo puedo todo», «no tengo límites». No suele ser así. Está claro que tenemos límites. Pero lo que puedo, eso sí que debo hacerlo. Lo que está en mi mano es mi responsabilidad. ¡Adelante entonces! Me parece que el auténtico cultivo de una interioridad sana debe basarse en lo que realmente somos y vivimos, sin infantilismos ni vanas ilusiones que serían como flores de plástico en un jardín vivo. Para cultivar vegetación auténtica, debemos buscar y aprovechar, en toda circunstancia, las oportunidades reales que siempre existen. 

«Un espacio que debemos cuidar y mantener bonito, limpio, acogedor. Aireado y libre, pero a la vez bastante cultivado.»

Recurrir por supuesto a la espiritualidad personal, a lo que creemos, es un recurso vital aunque no todas las personas lo tienen. La ayuda de lo Alto, o la vivencia que se tiene de no estar solos, son elementos muy importantes para recrear un ecosistema vivo dentro de uno mismo; al fin y al cabo no nos dimos nosotros la vida, y abrirse a ese «alguien» que nos la sigue dando, puede ser clave para ajardinar nuestro interior. La gratitud hacia este Ser, o hacia el universo y la materia, por la vida recibida, es un elemento básico de este proceso de saneamiento interior. Es como hundir las raíces en una tierra rica en minerales y nutrientes para que las plantas crezcan sanas y fuertes.

Por último, paladeemos el momento presente. Con lo poco o mucho que se tenga, estar vivos es fuente de una gran alegría. Saborear la vida en sí misma produce entusiasmo y facilita la empatía. Como el abono, la plena conciencia de presente transforma nuestra interioridad, que poco a poco será un remanso de paz donde descansar por las noches, o dónde entrar cuando estamos en soledad y silencio. ¡E incluso podremos ofrecer a los demás los frutos de la paz y el sosiego!

Fuente: Revista RE



MEDITACION






JUNIO 2024


 La ternura, signo visible del amor de Dios 


Claudia Soberón Bullé-Goyri
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo
Barcelona

En la Sagrada Escritura la misericordia, la compasión y la ternura están íntimamente ligadas y tienen su culmen en el amor. Es como si se tratara de una dulce trinidad en donde la una sin las otras no pueden ser. De hecho, sin misericordia no hay compasión y sin ternura no hay misericordia. 

Me viene a la mente el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; juntos son una unidad indivisible y, sin embargo, cada uno íntegro y completo. El Padre, la infinita misericordia, el Hijo, la entrega total y el Espíritu Santo, la ternura que emana del eterno amor del Padre y el Hijo. 

Cuando pienso en mis experiencias de ternura profunda no puedo evitar pensar y sentir el amor; ese que te descoloca y te cimbra por dentro. Desde la entrega incondicional de mis padres y mi hermano. Hasta el loco amor que siento por mi hija, pasando por supuesto por el amor a mi compañero de vida y mis amigos.  

Son muchos los momentos que me han tocado el alma por la ternura. Pero nombraré dos. 

Cuando nació Irene mi hija yo estuve muy grave y al darla a la luz, casi inmediatamente se la llevaron y apenas pude verla. Pero en esos breves instantes, cuando la vi por primera vez - de perfil mientas yo estaba acostada debatiéndome entre la vida y la muerte -, vi sus ojos, su indefensión, su tamañito y su grandeza. En ese momento sentí en la piel que todo el dolor, mi entrega y mi sufrimiento por la vida que estaba dándole valían absolutamente la pena. Por el simple hecho de verla existir mi corazón estallaba de amor y ternura. 

Cuando yo era adolescente vi llorar a mi padre, quizá por primera vez. Estaba yo pasando un momento muy duro de rebeldía que me condujo a situaciones graves y peligrosas. El amor de mi padre y su preocupación iban cargados de una enorme misericordia. Estábamos en un restaurante hablando, y pude ver cómo caían lágrimas de dolor, cómo realmente le habían herido mis actos y mi inconsciencia. En ese momento sentí mucha ternura por él, me di cuenta que lo que hacía no era bueno y rectifiqué mi conducta. Me di cuenta de cuánto me quería y cómo me perdonaba. Más tarde comprendería que ese mismo sentimiento es el que sentiría hacia Dios Padre. 
La ternura es el amor que emana del corazón de Dios, así que si todos la sentimos es porque participamos de ese gran don.
 

San José participó de ese corazón enamorado y lleno de amor, María al pie de la cruz, viendo morir a su Hijo también. Y cada uno de nosotros, al dar la vida, al amar y al entregarnos, participamos de esa ternura que es la más fina caricia que podemos dar y recibir unos a otros. Tanto en los momentos dolorosos como en las alegrías más grandes. De lo que se trata, simple y complejamente es de amar con misericordia y entrega divinas. 

 

Fuente: Pliego Tante No. 183 

https://pliegotante.blogspot.com/


MEDITACION