¿Dios,
quién eres para mí?
Cuando estaba leyendo una publicación de
un cuaderno escrito por el jesuita José Ignacio González Faus y a la vez estaba
contemplando la sobriedad del desierto árido de Chiu Chiu en Atacama rodeado
por la belleza e inmensidad de la cordillera de los Andes, con una actitud
silenciosa y atenta, con el deseo de reflexionar sobre el título del cuaderno
en forma de pregunta ¿Dios? El prólogo escrito por el filósofo Martín Buber no
deja indiferente, dice así: “Dios es la más abrumadora de todas las palabras
humanas. Ninguna ha sido tan ensuciada, tan desgarrada. Precisamente por eso no
puedo renunciar a ella. Generaciones han descargado sobre esa palabra el peso
de sus vidas angustiadas…”. Y, precisamente, mi deseo es encontrar las palabras
para describir la experiencia de Dios que es un proceso desde una actitud
abierta y receptiva para descubrir y explorar. La experiencia de Dios es subjetiva
porque cada uno la vive de manera distinta y además infuye en el momento
personal.
Buber añade que: “Las razas humanas, con
sus escisiones religiosas, han desgarrado esa palabra; han matado por ella y han
muerto por ella…”. Esta descripción forma parte de la historia de la humanidad
porque, muchas veces, se ha utilizado mal y por este motivo han sucedido tantas
tragedias en nombre de Dios, que se ha nombrado de distintas maneras de forma
negativa. Pero, ahora la pregunta sobre Dios es personal para que cada uno
pueda cuestionarse y valorar ¿cómo siento en mi propio ser la presencia de
Dios? Ante este interrogante hay tantas respuestas como seres humanos y nos
faltan las palabras adecuadas para expresarlo porque son vivencias profundas y
personales.
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Imagen Assumpta Sendra |
Sabemos que Dios “habita” en cada uno,
pero ¿cómo lo percibimos y cómo lo percibo? Ya en el libro del Éxodo en el capítulo
3, en la llamada que Dios hace a Moisés le responde así: “Yo Soy el que Soy”.
Y, por ejemplo, en el relato del Evangelio de San Juan en el capítulo 14,
cuando Jesús hablaba a sus discípulos les dice: “Yo pediré al Padre que os
envíe otro defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con
vosotros. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo
conocen; pero vosotros lo conocéis porque Él está con vosotros y permanecerá
siempre en vosotros… Yo estoy en mi Padre y vosotros estáis en mí y yo en
vosotros”. Estas palabras escritas en la Biblia, leídas y reflexionadas tantas
veces, siguen vigentes.
En la celebración del Miércoles de
Ceniza, inicio de la Cuaresma,
cuando se lee el texto del Evangelio que invita a practicar la limosna, el
ayuno y la oración son tres acciones que requieren un compromiso personal. En concreto,
quiero referirme a la oración: “Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la
puerta y ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto,
te dará tu recompensa”. Por lo tanto, a Dios no podemos esconderle nada porque
Él es quien mejor nos conoce porque siempre está con nosotros, en cada uno.
Para algunos Dios es Alguien a quien
suplicar en las adversidades y, a veces, parece estar ausente y lejano. El
libro El silencio de Dios del filósofo Rafael Cambra (1920-2004) dice que: “La sociedad
occidental ha acabado con el hambre y la pobreza. Vivimos más años, libres de
toda atadura y con una infinidad de posibilidades materiales a nuestro alcance.
Sin embargo, la depresión y los suicidios no dejan de aumentar mientras una
sensación de hastío e inautenticidad corroe las entrañas de nuestra sociedad. Y
esta sensación brota del tiempo que corre sin construir en la vida vínculos ni
entrega, que se pierde en la incoherencia de un mundo carente de sentido y de
límites. En un siglo en que reina el conformismo del absurdo y del desorden,
nada hay más nuevo ni más insólito que predicar el retorno a las fuentes y
defender la naturaleza y la tradición.” Por lo tanto, sigue habiendo búsqueda y
sed de Dios porque la dimensión espiritual del ser humano desea sentir y vivir
la presencia del Transcendente, del Misterio, del Absoluto, una Fuerza e
incluso Energía.
También constatamos que hay personas y
grupos que niegan la existencia de Dios y buscan palabras para su argumentación.
Hay otros que dudan sobre su existencia, pero la duda forma parte de la
condición humana. Así como el hacerse preguntas significa estar inquieto y
desear descubrir y experimentar más. Otra concepción de Dios, para algunos, es la
imagen de un juez que obliga a tener unos comportamientos concretos para no
recibir castigos.
Mi argumento e imagen de Dios es distinta
porque lo percibo como un Padre misericordioso, como San Pablo nos dice llamado
Abba, cercano y acogedor. También lo siento como un Amigo con una amistad
incondicional. Sabemos que Cristo hace visible a su Padre, a Dios. Dios se
manifiesta a través de Jesús.
La religiosa carmelita Cristina Kaufman
(1939-2006) describía a Dios como “la transparencia del invisible” por su
profunda experiencia vivida en Dios, intentaba mirarlo todo como si fuera con
los ojos de Dios porque se había acostumbrado a ver la transparencia de Dios en
todas las cosas, a percibir la realidad como transparente “para construir por
dentro el espacio real de tu desierto, para tener una experiencia vital de Dios
ya que el desierto es como símbolo de cualquier tarea, para llegar a ser lo que
ya somos; persona humana hija de Dios. Eso es lo que aprendió Jesús en el
desierto.”
El sacerdote Alfredo Rubio (1919-1996) invitaba
a vivir “tiempos de soledad y silencio” para experimentar la presencia de Dios,
“por ser nuestro creador y sustento de nuestro ser, desde dentro de nuestro ser
penetrar en nuestra libertad. Él que es el creador, es el único que puede entrar
por debajo nuestro, dentro de la muralla del yo permanecer presente y
acompañarme. Acompañarme y acompañarle yo también.” Es vivir una unión plena de
sentir que Dios está dentro del ser y vivir al unísono.
Yo le pregunté a un amigo quién era Dios
para él: “es fuerza para vivir desde la mano de su Hijo Jesús y con la
misteriosa fuerza del Espíritu Santo. Cuando me distraigo de su camino o me
quejo de que las cosas no me salen bien… hago silencio y me doy cuenta de que
Dios tiene paciencia y siempre me espera con los brazos abiertos. Tengo la
vivencia trinitaria de Dios y lo siento desde muchas distintas dimensiones,
como padre, madre, hermano, amigo… Lo siento tan cercano que cuando quiero pedirle
alguna cosa en la oración acabó diciéndole Tú sabes todo lo mío.” Me siento
sintónica con estas palabras que para mí también nortean mi vida.
Son muchas las fuentes que nos nutren y posibilitan
acercarnos a Dios: los relatos del Evangelio, los libros, los santos, los
místicos, los testimonios, los amigos… Todo ello me ayuda a vivir la realidad del
Dios cercano que me acompaña, que es confianza, ternura, gratitud, fuerza,
vitalidad… Siento alegría porque Dios está conmigo en mi vida cotidiana de día
y de noche. Él está presente en mi ser y en cada momento.
Assumpta
Sendra Mestre
Profesora de Humanidades
Miembro
de la Colegiata
Nuestra Señora del Cielo
Barcelona
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