NOVIEMBRE 2024

 Soledad y silencio: un viaje hacia adentro


Manuela Pedra Pitar
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo
Teóloga
Barcelona

Esta sociedad en la que estamos inmersos, para bien y para mal, ha convertido el ruido y la hiperactividad en el aire que respiramos y el ambiente en que nos movemos. Se considera natural e incluso necesario que nuestra vida sea así. Diríase que nuestra sociedad afirma su identidad con la algarabía y el movimiento que es capaz de producir, sustituyendo la capacidad de reflexión de los hombres y las mujeres que la forman, por estridencias y prisas que les ahorran pensar. Diríase que a nuestro alrededor cunde y se eleva una estrepitosa conjura contra el silencio y la soledad, como si de enemigos del progreso se tratara.

Siendo así, la persona puede llegar a convertir su existencia en una sistemática huida hacia el exterior, despreciando por considerarlo un estorbo en esta ensordecedora carrera, las posibilidades de conocimiento de sí mismo y de los otros en cuanto personas; ignorando el mundo de los sentimientos y las emociones, y secuestrando lamentablemente el mundo interior en las cárceles oscuras del olvido. Sabemos mucho mejor lo que hacemos y lo que tenemos que lo que somos. En resumen, estamos inmersos, sin darnos cuenta, en una espiral deshumanizadora.

La soledad y el silencio, el silencio y la soledad, uno y otro forman una unidad de posibilidades del ser, se ofrecen ante nosotros como la capacidad de descontaminarse de tantos estímulos ambientales poco humanizantes que se imponen a nuestra conciencia, para dar paso al acto de libertad que supone ponernos en el ámbito de posibilidad de atender los estímulos que germinan en el interior de cada uno. Buscar en nuestras vidas espacios para cultivar estos dos valores aparece ahora como algo absolutamente necesario si queremos crecer armónicamente como personas.

La soledad y el silencio son un viaje hacia dentro. Para entrar en nuestra interioridad, sólo hace falta apartarse del rugido exterior, apartarse física y mentalmente de tanto ruido y ajetreo innecesarios y destinar algún tiempo y lugar para hacer esta inmersión en la tarea más importante que tiene por delante todo ser humano: paladear, disfrutar del regalo de la existencia. Evitar la dispersión en la que nos perdemos para encontrar la esencia de nuestro ser personal. Descubrir los mil motivos de asombro y de gratitud que encierra la vida. Entender cómo solo a través de este viaje, somos capaces de descubrir que la comunicación y la solidaridad con los que nos rodean es la única posibilidad de realizarnos personalmente.


Fuente: Murtra Santa María del Silencio (www.murtra.org), junio de 2015

 

Meditación



OCTUBRE 2024

 

El jardín de María


María de Jesús Chávez-Camacho Pedraza
Pineda de Mar (Barcelona)

En Bélgica, a unos 25 kilómetros de la ciudad de Lieja, hay un lugar, un remanso de paz:  Banneux.

Es 15 de enero de 1933, Mariette Beco que tiene 11 años, está en su casa mirando por la ventana en una noche nevada. Está atenta esperando a que su hermano Julian regresa a casa del trabajo. De pronto ve a través de la ventana a una hermosa mujer vestida de blanco que parece no tener frío y que le hace señas para que salga de la casa. Mariette se lo comenta a su madre, pero ésta le dice que no salga, no vaya ser que sea una bruja. Al asomarse la niña de nuevo a la ventana, la hermosa mujer ya no está. María la madre de Jesús se deja ver de Mariette 8 veces entre el 15 de enero y el 2 de marzo de 1933. Una de esas veces María bendice a la niña imponiéndole las manos.

Cuando Mariette le pregunta a María, a petición del párroco, cómo se llama, ella le dice: soy la Virgen de los Pobres. También nos invita a orar.

Me pregunto cuál es el milagro mayor, el regalo más grande que ocurrió en Banneux. ¿Es lo que dijo María? ¿Son las curaciones? Quizá el obsequio más grande de María en este bello lugar, como en otros lugares donde María se ha manifestado, es su amorosa presencia.


Muchas personas acuden a este santuario y recorren este bello “jardín de María”. Hay diversas capillas, una construida, a petición de María y que se encuentra ubicada en lo que era el patio de la casa de la familia de Mariette. Está, además, la Iglesia de la Virgen de los Pobres, con una capacidad para 5000 personas y que por su forma evoca la “tienda del encuentro” de los hebreos en su travesía del desierto. Hay bancos donde sentarse, diferentes sitios donde orar en grupo o a solas en silencio.  Los peregrinos pueden sumergir las manos en la fuente. María dice que esta fuente “está reservada a todas las Naciones, para aliviar a los enfermos”. Porque dice María: “vengo a aliviar el dolor”.

En Banneux hay una casa llamada “Hospitalidad” donde son acogidos los peregrinos enfermos, así como a sus acompañantes.

Este año 2024 en el santuario de Banneux es gran fiesta. Son los 75 años del reconocimiento oficial de las apariciones por parte de la Iglesia.

Cada año miles y miles de peregrinos van a Banneux, enfermos de diversas dolencias, y mucha gente que desea encomendar a María sus pobrezas, sus sufrimientos, sus sueños, sus búsquedas. Ella nos invita a meter las manos en la fuente que nos recuerda el agua de Vida que Jesús nos ofrece para vivir en plenitud.






SEPTIEMBRE 2024


Manuela Pedra Pitar 
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo
Barcelona


25 Aniversario de mi conversión (1961-1986) 

Dios siempre nos busca. Él nos busca aún a pesar nuestro. Nos busca para llevarnos donde Él quiere y ser nuestra felicidad. Por nuestra parte, solo nos queda dejarnos encontrar. 

Ahora es mi aniversario, el mejor de todos, el único, el de la verdadera vida para mí. 

Ahora hace veinticinco años que conocí a Dios. Hace ya veinticinco años y todavía ahora revivo aquellos momentos con total intensidad. Cada año recuerdo hasta los más pequeños detalles, los vuelvo a vivenciar, pero cada vez encuentro nuevas claves de interpretación que me hablan de la infinita misericordia y amor de Dios. 

Dios es y esto basta. Todo lo que somos es puro don suyo. Estos años han sido un ir madurando lentamente esta verdad, un irla madurando adentrada en el silencio y en el despojamiento. 

Dios es, con esto basta. 

La contemplación de esta realidad llena toda mi vida y lleva mi espíritu y todo mi ser a un estado de continua y profunda adoración que no sé explicar. 

Dios es. Con esto tengo suficiente para vivir; todas las demás realidades quedan incluidas en esta realidad fontal, primera. 

Nada queda fuera de esta realidad englobante. En Dios todo queda armoniosamente incluido, como en un abrazo infinito. 

Demos gracias porque somos de Dios, porque todo es fruto de su amor. Gracias por las cosas que nos rodean que nos hablan de Él, por la vida que tenemos que es completamente suya. ¡Gracias! Demos gracias por tanto bien y, sobre todo, demos gracias. 

porque por su bondad nos tenemos los unos a los otros. 

¡Gracias!


Fuente: Libro Ser pan para los demás - Edimurtra Pag.165


Manuela Pedra Pitar (Barcelona, 1936-2015)

Licenciada en Ciencias Eclesiásticas y en Teología por la Facultad de Teología de Cataluña (España), donde cursó también los estudios de Doctorado. Colaboradora durante tres años en el Departamento de Moral de la citada Facultad. Realizó un máster en Psicología religiosa en la Fundació Vidal i Barraquer (Barcelona). Miembro del movimiento de Cursillos de Cristiandad de Barcelona ejerciendo el cargo de presidenta durante seis años. También participó en los Equipos de Matrimonios de Nuestra Señora en los que ocupó diversos cargos de responsabilidad. Dirigió cursos de formación religiosa y de valores humanos a grupos de jóvenes y adultos, así como acompañamiento espiritual a personas de diversas edades y condición. Impartió cursillos de lectura y comprensión de textos bíblicos, teológicos y filosóficos entre otras disciplinas. Sus enseñanzas se desarrollaron principalmente en Barcelona y en otras ciudades del estado español, así como en otras ciudades de Europa y de América Latina.

Autora de diversos artículos de opinión en prensa escrita, así como en revistas especializadas.




Meditación








JULIO 2024

 La interioridad como jardín


Leticia Soberón Mainero
Psicóloga Experta en Inteligencia Colaborativa
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo

Estar con uno mismo es inevitable, aunque a veces quisiéramos huir o aturdirnos por no entrar en este microclima que llamamos interioridad cuando lo encontramos oscuro, desordenado, confuso, dominado por la tristeza, el mal humor, la agresividad, la indiferencia. En estas ocasiones los demás suelen darse cuenta y huyen para no contagiarse de esta negatividad.

 «Hay que cultivar en uno mismo actitudes sanadoras como la benevolencia, la paz y el perdón.»

¿Cómo evitar estas caídas, esta negrura a veces intensa, que nos tiñe por dentro y se trasluce hacia afuera?

La imagen que me viene a la mente es la de un jardín interior. Un espacio que debemos cuidar y mantener bonito, limpio, acogedor. Aireado y libre, pero a la vez bastante cultivado. Aunque no está a la vista de los demás, ellos perciben de algún modo su estado.

Para cultivarlo y embellecerlo, es necesario en primer lugar detectar su situación actual. Si hay preocupaciones e inquietudes, preguntarse por qué; en otras palabras, realizar un tipo de diagnóstico básico para poder orientarse sobre qué hacer. La inquietud, la tristeza, el desencanto y la frustración suelen ser compañeros de camino en la vida cotidiana, pero no conviene instalarse en ellas como estado permanente porque son muy destructivas. De ahí el estrés, el desgaste, las enfermedades psicosomáticas. Y porque en realidad, ante las mismas circunstancias, podemos situarnos de otra forma para modificar precisamente este clima interior. Cambiar la mirada y las claves de lectura, bajar unas líneas en la exigencia con nosotros mismos y en la expectativa hacia los demás, son actitudes que actúan como luz matizada y agua para el jardín reseco por el sol del perfeccionismo.

Seamos sinceros con nosotros mismos para detectar las fuentes de este desencanto y afrontarlas, buscando posibles salidas, enfoques diferentes que nos ayuden a soportar de otro modo una situación, solicitando a alguna persona de confianza el diálogo que nos enfoque de nuevo la situación buscando oportunidades de crecimiento.

En segundo lugar, pienso que hay que cultivar en uno mismo actitudes sanadoras como la benevolencia, la paz y el perdón, indispensables para cambiar este clima interior. Cuando uno sobrecarga su mente y su corazón con resentimientos, odios, deseos de venganza, va marchitando la vida por dentro. Es necesario curar. No porque cambien las circunstancias, sino porque uno las asume de una forma nueva y decide sacar de su interior las malas hierbas que ahogan las flores y hortalizas.



Sinceramente no soy partidaria de lo que se ha banalizado como «psicología positiva» cuando se reduce a repetir infantilmente frases que nos ilusionen con situaciones irreales: «yo lo puedo todo», «no tengo límites». No suele ser así. Está claro que tenemos límites. Pero lo que puedo, eso sí que debo hacerlo. Lo que está en mi mano es mi responsabilidad. ¡Adelante entonces! Me parece que el auténtico cultivo de una interioridad sana debe basarse en lo que realmente somos y vivimos, sin infantilismos ni vanas ilusiones que serían como flores de plástico en un jardín vivo. Para cultivar vegetación auténtica, debemos buscar y aprovechar, en toda circunstancia, las oportunidades reales que siempre existen. 

«Un espacio que debemos cuidar y mantener bonito, limpio, acogedor. Aireado y libre, pero a la vez bastante cultivado.»

Recurrir por supuesto a la espiritualidad personal, a lo que creemos, es un recurso vital aunque no todas las personas lo tienen. La ayuda de lo Alto, o la vivencia que se tiene de no estar solos, son elementos muy importantes para recrear un ecosistema vivo dentro de uno mismo; al fin y al cabo no nos dimos nosotros la vida, y abrirse a ese «alguien» que nos la sigue dando, puede ser clave para ajardinar nuestro interior. La gratitud hacia este Ser, o hacia el universo y la materia, por la vida recibida, es un elemento básico de este proceso de saneamiento interior. Es como hundir las raíces en una tierra rica en minerales y nutrientes para que las plantas crezcan sanas y fuertes.

Por último, paladeemos el momento presente. Con lo poco o mucho que se tenga, estar vivos es fuente de una gran alegría. Saborear la vida en sí misma produce entusiasmo y facilita la empatía. Como el abono, la plena conciencia de presente transforma nuestra interioridad, que poco a poco será un remanso de paz donde descansar por las noches, o dónde entrar cuando estamos en soledad y silencio. ¡E incluso podremos ofrecer a los demás los frutos de la paz y el sosiego!

Fuente: Revista RE



MEDITACION






JUNIO 2024


 La ternura, signo visible del amor de Dios 


Claudia Soberón Bullé-Goyri
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo
Barcelona

En la Sagrada Escritura la misericordia, la compasión y la ternura están íntimamente ligadas y tienen su culmen en el amor. Es como si se tratara de una dulce trinidad en donde la una sin las otras no pueden ser. De hecho, sin misericordia no hay compasión y sin ternura no hay misericordia. 

Me viene a la mente el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; juntos son una unidad indivisible y, sin embargo, cada uno íntegro y completo. El Padre, la infinita misericordia, el Hijo, la entrega total y el Espíritu Santo, la ternura que emana del eterno amor del Padre y el Hijo. 

Cuando pienso en mis experiencias de ternura profunda no puedo evitar pensar y sentir el amor; ese que te descoloca y te cimbra por dentro. Desde la entrega incondicional de mis padres y mi hermano. Hasta el loco amor que siento por mi hija, pasando por supuesto por el amor a mi compañero de vida y mis amigos.  

Son muchos los momentos que me han tocado el alma por la ternura. Pero nombraré dos. 

Cuando nació Irene mi hija yo estuve muy grave y al darla a la luz, casi inmediatamente se la llevaron y apenas pude verla. Pero en esos breves instantes, cuando la vi por primera vez - de perfil mientas yo estaba acostada debatiéndome entre la vida y la muerte -, vi sus ojos, su indefensión, su tamañito y su grandeza. En ese momento sentí en la piel que todo el dolor, mi entrega y mi sufrimiento por la vida que estaba dándole valían absolutamente la pena. Por el simple hecho de verla existir mi corazón estallaba de amor y ternura. 

Cuando yo era adolescente vi llorar a mi padre, quizá por primera vez. Estaba yo pasando un momento muy duro de rebeldía que me condujo a situaciones graves y peligrosas. El amor de mi padre y su preocupación iban cargados de una enorme misericordia. Estábamos en un restaurante hablando, y pude ver cómo caían lágrimas de dolor, cómo realmente le habían herido mis actos y mi inconsciencia. En ese momento sentí mucha ternura por él, me di cuenta que lo que hacía no era bueno y rectifiqué mi conducta. Me di cuenta de cuánto me quería y cómo me perdonaba. Más tarde comprendería que ese mismo sentimiento es el que sentiría hacia Dios Padre. 
La ternura es el amor que emana del corazón de Dios, así que si todos la sentimos es porque participamos de ese gran don.
 

San José participó de ese corazón enamorado y lleno de amor, María al pie de la cruz, viendo morir a su Hijo también. Y cada uno de nosotros, al dar la vida, al amar y al entregarnos, participamos de esa ternura que es la más fina caricia que podemos dar y recibir unos a otros. Tanto en los momentos dolorosos como en las alegrías más grandes. De lo que se trata, simple y complejamente es de amar con misericordia y entrega divinas. 

 

Fuente: Pliego Tante No. 183 

https://pliegotante.blogspot.com/


MEDITACION










MAYO 2024

Imágenes de María


Leticia Soberón Mainero
Experta en Inteligencia Colaborativa
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo

Incontables artistas a lo largo de la Historia han dedicado muchas horas, recursos materiales, esfuerzos e imaginación a plasmar en pintura o escultura a María de Nazareth. Imaginan, llevados por el amor y la veneración a la madre de Dios, a una mujer de rostro joven, dulce, proporcionado y bello. Con estos rasgos desean manifestar la santidad de esta mujer única. 

Nosotros, que acudimos confiados a la intercesión de María, contemplamos estas imágenes y nos sirven de apoyo a la oración. En ellas vemos señalada su amorosa maternidad para con todo seguidor de Cristo. 

Pues bien, esta belleza artística es sólo una representación. Es como el dedo que señala la luna: nos hace mirar el cielo, y no debemos quedarnos mirando al dedo. Es ella María quien, tras su asunción a los cielos, intercede por nosotros. Lo más importante no es si la imagen muestra una mujer hermosa; en María lo fundamental es su santidad. Las maravillas que el Señor ha obrado en ella. Su docilidad a Dios Padre, su fidelidad única a Jesús; la hondura de su amor en el Espíritu Santo. 

Por ello podemos encontrar, en la vida cotidiana, otras imágenes de María, más perfectas y más valiosas que las mejores tallas de madera, o los mejores óleos de nuestras iglesias. Mujeres jóvenes, maduras o ancianas, dóciles al Paráclito. Mujeres que aman, perdonan y rezan por los enemigos de Dios y del género humano. Que perseveran en el amor cristiano a todos, a veces con gran heroísmo que queda oculto para muchos.

Incluso pecadoras, cual la Magdalena, pero arrepentidas, penitentes y por ello asistidas por la Gracia de Dios. 


Mujeres que van al mercado, arreglan sus casas, trabajan en oficinas o colegios, o asisten a los vecinos. O las que, exhaustas ya y cargadas de años, siguen siendo luz y ternura para quienes les rodean. 

Son imágenes, no hechas por mano del hombre, sino por el mismo Dios que obra maravillas en las personas abiertas a Él. 

Ojalá veneremos también estas otras imágenes de María, más hermosas que las de alabastro o pintadas en lienzos. Son personas vivas y, además, tienen en sí la Gracia de Dios por el Bautismo y los otros Sacramentos. Esta Gracia es la que hermosea el alma verdaderamente y su belleza se refleja hasta en la expresión.

Texto extraido de la Hoja de la Claraesperanza n. 6

 

Meditación






ABRIL 2024


Sobre la amistad                                 

Anna Maria Ollé
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo

                                

Me invitaron a participar y conversar en un Encuentro amical de un grupo de hombres y mujeres en edad madura que, pasando todos de los 60, de niños o de jovencitos habían estudiado juntos en la escuela básica, emprendiendo luego diferentes caminos. 

Sorprendió que iniciara la charla con ‘mi credo’, Apuesto por la amistad y exclamo esperanzada que ella puede salvarnos, puede ser el camino para una transformación en nosotros y en este mundo. Sí, creo firmemente que la amistad es soporte para construir la paz y la concordia que tanto todos y todas anhelamos.  Y lo percibo así pues constato que, si somos amigos es más fácil encontrar maneras creativas para resolver conflictos, superar diferencias o dificultades, organizarnos para construir algo diferente… Mejorar, renovar, cuidar, respetar nuestro entorno, su gente y el mundo que nos rodea. 

Diría que, en la medida que vamos teniendo experiencias de amistad verdadera, nos vamos esponjando, humanizando y creciendo en lo que somos, puesto que los amigos nos acercan a la esencia de nuestro ser, que es Ser con los demás. 

Decía Aristóteles que la amistad “es lo más necesario de la vida. Sin amigos, nadie querría vivir. Cuando los hombres son amigos, no hay ninguna necesidad de invocar la justicia pues está entre ellos, pero aun siendo justos necesitamos de la amistad. Y es que la amistad no es sólo algo necesario, sino también algo hermoso” (cfr. Ética a Nicómaco, VIII). 

Una autentica amistad exige querer el bien del otro, apreciarlo por lo que es y desear que sea feliz, que se realice plenamente.  No habrá verdadera amistad si se construye esta relación desde el interés personal, la utilidad o el beneficio.  Quizás por eso fracasan algunas relaciones matrimoniales y entre amigos. 

La amistad verdadera jamás trata de atarte, ni poseerte, ni te esclaviza o chantajea; más bien, apoya tus decisiones, desea la felicidad del amigo: su alegría es mi alegría y viceversa. 

Un amigo también es capaz de darte “jalones de orejas” cuando lo necesitas. Va al grano para llamar tu atención si percibe, por ejemplo, que estás descuidando la salud o cometiendo un grave error.  

El perdón es imprescindible para mejorar cualquier tipo de relación; también en la amistad. Cuando se presenta un daño, un error o equivocación entre amigos, buscamos entender la falta y perdonar, siempre que haya un deseo de rectificación o un esfuerzo de mejora. 

Me agradan y me identifico con las palabras de Laín Entralgo cuando expresa que, “La amistad es una comunicación amorosa entre dos personas, para el mutuo bien de ellas, y a través de modos singulares y diferentes de ser persona, se realiza y perfecciona la humanidad” (Sobre la amistad, Madrid, 1972).  ¡Qué hermoso!  Entiendo que consiste en un ir a fondo, al centro, a la esencia del ser del otro. Además de apreciarlo en lo que es, respetarlo con sus límites, defectos y cualidades pues no somos perfectos.  Y aunque los años vayan pasando y cambiamos el temperamento, los gustos, las preferencias, el pelo, la piel o la silueta; la amistad puede permanecer y crecer con el tiempo. Se va forjando, cultivando con esfuerzo, trato y delicadeza. 

Queda evidente que una amistad sincera es reciproca, se corresponde, no puede ser unidireccional. Sin embargo, la amistad no es simétrica ya que cada cual da desde lo que es y valora al otro en lo que es. Tenemos estilos diferentes en el ser, hacer, pensar, vivir…  Puedes pensar de un modo y el amigo, de otro; puedes apoyar a un equipo y él al rival; puedes ser servicial y él más flojo… Si la amistad es verdadera, esto son nimiedades. 

La amistad profunda se fundamenta en el amor desinteresado y el aprecio. Esto significa no comprometer al amigo, ni perjudicarlo con chismes o intimidades.  Y añadiría, el engaño, la ironía, la burla o el sarcasmo no son aliadas de una verdadera amistad, más bien la hieren a muerte. 

Otros aspectos importantes en la amistad es que haya conocimiento de este cariño mutuo, que se pueda expresar, intuir, entrever, saborear con palabras, gestos, silencios, presencias auténticas en horas tristes o alegres. 

Vivir una autentica amistad exige amar y dejarse amar. Como en la mayoría de las relaciones, es igual de importante, dar como el recibir.  Que no hay desequilibrio ni falsa humildad; ser capaces de reconocernos limitados, vulnerables, necesitados y deseosos de expresar el afecto de mil maneras.  Dar y recibir, sin exigirlo, ni mandarlo. El amigo pide, propone, solicita, no impone. No hay coacción, ni dependencia, no hay obligación.  Entre amigos se acoge, se da, se comparte y no sólo las cosas materiales. 

Antoine de Saint-Exupéry en su obra El Principito, describió magistralmente el modo cómo expresar y comportarse para que surja la amistad.  Es la escena en que el zorro explica al Principito cómo llegar a ser su amigo y le dice: “paciencia, discreción, prudencia y tiempo para saber esperar al amigo, es todo cuanto necesitamos aprender para que surja la amistad". 


Ya que estamos hablando de amistad verdadera, es importante que reconozcamos que no estamos solos. Existe un amigo veraz, auténtico, discreto, abierto a recibirnos en relación profunda de amistad. Nunca falla, y en él siempre podemos confiar; sí, me refiero a Jesús: el Maestro, el amigo fiel de los que quieran acercarse a él. 

Jesucristo trató como “amigo” a Lázaro, a sus discípulos y discípulas; incluso a publicanos y pecadores… Sus palabras nos lo recuerdan, “nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos (...) No os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos” (Jn. 15, 13-15). 

Jesús es el amigo paciente, fiel. Está presente en nuestra existencia, basta que nos acerquemos a él, lo escuchemos, apreciemos su cercanía; y le llamemos: ‘Jesús, amigo, en ti confío’. 

Hemos recorrido un camino para profundizar sobre la auténtica amistad que, surge de un deseo, un tiempo, un don, una dedicación; y que se vive desde el ofrecimiento y la reciprocidad. Estos elementos, como roca firme, son para que la amistad persevere a través de pruebas y adversidades. 

¡Qué gozo compartir con amigos, la vida de cada día!

  

Celebrando el XXX Aniversario de Colegialidad

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La Colegiata Nuestra Señora del Cielo celebra 30 años de compromiso teológico y espiritual. Lo que comenzó como una semilla en el desierto de Sonora, al norte de México, ha florecido en un árbol cuyas ramas se extienden más allá de las fronteras de su lugar de origen.

A lo largo de los años, desde su fundación el 10 de abril de 1994, un día simbólico que coincide con el segundo domingo de Pascua, en la ciudad de Hermosillo, un grupo visionario de mujeres mexicanas lideradas por el inspirador P. Alfredo Rubio de Castarlenas, han crecido y evolucionado, atrayendo a mujeres comprometidas de diversos países y culturas como República Dominicana, Guatemala, Chile, Colombia, Portugal y España, que desean contribuir desde su experiencia y perspectiva.

La esencia de la Colegiata se refleja en mujeres como Dolores González de Quesada (1903-1989), cuya vida fue un testimonio vivo del espíritu que anima a esta comunidad. Con una fe intrépida y valiente, Dolores integró armónicamente los momentos de soledad y silencio, la creación de espacios de convivencia y amistad, y su dedicación al servicio de quienes la rodeaban. Su vida fue un faro de inspiración y un modelo a seguir para todas las mujeres que forman parte de esta comunidad.

La Colegiata también ha dejado una marca indeleble en el ámbito teológico más allá de sus fronteras. A través de encuentros de reflexión teológica en diferentes partes de Iberoamérica, ha compartido su sabiduría, aprendido de otras perspectivas y fortalecido los lazos de solidaridad entre mujeres teólogas.

En este momento de celebración, miramos hacia atrás con gratitud por el camino recorrido y hacia adelante con esperanza y determinación. Que la Colegiata Nuestra Señora del Cielo continúe siendo un refugio espiritual y faro de luz, para todas las mujeres que buscan hacer oír su voz en el ámbito teológico. Que siga siendo un lugar donde las raíces se fortalezcan y las ramas se extiendan aún más, llevando el mensaje de amor, justicia y esperanza a todos los rincones del mundo. ¡Feliz 30 aniversario, Colegiata Nuestra Señora del Cielo!


Meditación