Sobre la amistad
Anna Maria Ollé
Miembro de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo
Me
invitaron a participar y conversar en un Encuentro amical de un grupo de hombres
y mujeres en edad madura que, pasando todos de los 60, de niños o de jovencitos
habían estudiado juntos en la escuela básica, emprendiendo luego diferentes
caminos.
Sorprendió
que iniciara la charla con ‘mi credo’, Apuesto por la amistad y exclamo
esperanzada que ella puede salvarnos, puede ser el camino para una transformación
en nosotros y en este mundo. Sí, creo firmemente que la amistad es soporte para
construir la paz y la concordia que tanto todos y todas anhelamos. Y lo percibo así pues constato que, si somos
amigos es más fácil encontrar maneras creativas para resolver conflictos,
superar diferencias o dificultades, organizarnos para construir algo diferente…
Mejorar, renovar, cuidar, respetar nuestro entorno, su gente y el mundo que nos
rodea.
Diría
que, en la medida que vamos teniendo experiencias de amistad verdadera, nos
vamos esponjando, humanizando y creciendo en lo que somos, puesto que los
amigos nos acercan a la esencia de nuestro ser, que es Ser con los demás.
Decía
Aristóteles que la amistad “es lo más necesario de la vida. Sin amigos, nadie
querría vivir. Cuando los hombres son amigos, no hay ninguna necesidad de
invocar la justicia pues está entre ellos, pero aun siendo justos necesitamos
de la amistad. Y es que la amistad no es sólo algo necesario, sino también algo
hermoso” (cfr. Ética a Nicómaco, VIII).
Una
autentica amistad exige querer el bien del otro, apreciarlo por lo que es y
desear que sea feliz, que se realice plenamente. No habrá verdadera amistad si se construye esta
relación desde el interés personal, la utilidad o el beneficio. Quizás por
eso fracasan algunas relaciones matrimoniales y entre amigos.
La
amistad verdadera jamás trata de atarte, ni poseerte, ni te esclaviza o
chantajea; más bien, apoya tus decisiones, desea la felicidad del amigo: su
alegría es mi alegría y viceversa.
Un
amigo también es capaz de darte “jalones de orejas” cuando lo necesitas. Va
al grano para llamar tu atención si percibe, por ejemplo, que estás descuidando
la salud o cometiendo un grave error.
El
perdón es imprescindible para mejorar cualquier tipo de relación; también en la
amistad. Cuando se presenta un daño, un error o equivocación entre amigos,
buscamos entender la falta y perdonar, siempre que haya un deseo de
rectificación o un esfuerzo de mejora.
Me
agradan y me identifico con las palabras de Laín Entralgo cuando expresa que, “La
amistad es una comunicación amorosa entre dos personas, para el mutuo bien de
ellas, y a través de modos singulares y diferentes de ser persona, se realiza y
perfecciona la humanidad” (Sobre la amistad, Madrid, 1972). ¡Qué hermoso! Entiendo que consiste en un ir a fondo, al
centro, a la esencia del ser del otro. Además de apreciarlo en lo que es, respetarlo
con sus límites, defectos y cualidades pues no somos perfectos. Y aunque los años vayan pasando y cambiamos el
temperamento, los gustos, las preferencias, el pelo, la piel o la silueta; la
amistad puede permanecer y crecer con el tiempo. Se va forjando, cultivando con
esfuerzo, trato y delicadeza.
Queda
evidente que una amistad sincera es reciproca, se corresponde, no puede ser
unidireccional. Sin embargo, la amistad no es simétrica ya que cada cual da
desde lo que es y valora al otro en lo que es. Tenemos estilos diferentes en el
ser, hacer, pensar, vivir… Puedes pensar
de un modo y el amigo, de otro; puedes apoyar a un equipo y él al rival; puedes
ser servicial y él más flojo… Si la amistad es verdadera, esto son nimiedades.
La
amistad profunda se fundamenta en el amor desinteresado y el aprecio. Esto significa
no comprometer al amigo, ni perjudicarlo con chismes o intimidades. Y añadiría, el engaño, la ironía, la burla o
el sarcasmo no son aliadas de una verdadera amistad, más bien la hieren a
muerte.
Otros
aspectos importantes en la amistad es que haya conocimiento de este cariño
mutuo, que se pueda expresar, intuir, entrever, saborear con palabras, gestos,
silencios, presencias auténticas en horas tristes o alegres.
Vivir
una autentica amistad exige amar y dejarse amar. Como en la mayoría de las
relaciones, es igual de importante, dar como el recibir. Que no hay desequilibrio ni falsa humildad;
ser capaces de reconocernos limitados, vulnerables, necesitados y deseosos de
expresar el afecto de mil maneras. Dar y
recibir, sin exigirlo, ni mandarlo. El amigo pide, propone, solicita, no
impone. No hay coacción, ni dependencia, no hay obligación. Entre amigos se acoge, se da, se comparte y no
sólo las cosas materiales.
Antoine
de Saint-Exupéry en su obra El Principito, describió magistralmente el modo
cómo expresar y comportarse para que surja la amistad. Es la escena en que el zorro explica al Principito
cómo llegar a ser su amigo y le dice: “paciencia, discreción, prudencia y
tiempo para saber esperar al amigo, es todo cuanto necesitamos aprender para
que surja la amistad".
Ya
que estamos hablando de amistad verdadera, es importante que
reconozcamos que no estamos solos. Existe un amigo veraz, auténtico, discreto, abierto
a recibirnos en relación profunda de amistad. Nunca falla, y en él siempre
podemos confiar; sí, me refiero a Jesús: el Maestro, el amigo fiel de los que
quieran acercarse a él.
Jesucristo
trató como “amigo” a Lázaro, a sus discípulos y discípulas; incluso a publicanos
y pecadores… Sus palabras nos lo recuerdan, “nadie tiene un amor más grande que
el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos (...) No os llamo
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado
amigos” (Jn. 15, 13-15).
Jesús
es el amigo paciente, fiel. Está presente en nuestra existencia, basta que nos
acerquemos a él, lo escuchemos, apreciemos su cercanía; y le llamemos: ‘Jesús,
amigo, en ti confío’.
Hemos
recorrido un camino para profundizar sobre la auténtica amistad que, surge de
un deseo, un tiempo, un don, una dedicación; y que se vive desde el
ofrecimiento y la reciprocidad. Estos elementos, como roca firme, son para que
la amistad persevere a través de pruebas y adversidades.
¡Qué
gozo compartir con amigos, la vida de cada día!
Celebrando el XXX Aniversario de Colegialidad
La Colegiata Nuestra Señora del Cielo celebra 30
años de compromiso teológico y espiritual. Lo que comenzó como una semilla en
el desierto de Sonora, al norte de México, ha florecido en un árbol cuyas ramas
se extienden más allá de las fronteras de su lugar de origen.A lo largo de los años, desde su fundación el
10 de abril de 1994, un día simbólico que coincide con el segundo domingo de
Pascua, en la ciudad de Hermosillo, un grupo visionario de mujeres mexicanas
lideradas por el inspirador P. Alfredo Rubio de Castarlenas, han crecido y
evolucionado, atrayendo a mujeres comprometidas de diversos países y culturas
como República Dominicana, Guatemala, Chile, Colombia, Portugal y España, que
desean contribuir desde su experiencia y perspectiva.
La esencia de la Colegiata se refleja en
mujeres como Dolores González de Quesada (1903-1989), cuya vida fue un
testimonio vivo del espíritu que anima a esta comunidad. Con una fe intrépida y
valiente, Dolores integró armónicamente los momentos de soledad y silencio, la
creación de espacios de convivencia y amistad, y su dedicación al servicio de
quienes la rodeaban. Su vida fue un faro de inspiración y un modelo a seguir
para todas las mujeres que forman parte de esta comunidad.
La Colegiata también ha dejado una marca
indeleble en el ámbito teológico más allá de sus fronteras. A través de
encuentros de reflexión teológica en diferentes partes de Iberoamérica, ha
compartido su sabiduría, aprendido de otras perspectivas y fortalecido los
lazos de solidaridad entre mujeres teólogas.
En este momento de celebración, miramos hacia
atrás con gratitud por el camino recorrido y hacia adelante con esperanza y
determinación. Que la Colegiata Nuestra Señora del Cielo continúe siendo un
refugio espiritual y faro de luz, para todas las mujeres que buscan hacer oír
su voz en el ámbito teológico. Que siga siendo un lugar donde las raíces se
fortalezcan y las ramas se extiendan aún más, llevando el mensaje de amor,
justicia y esperanza a todos los rincones del mundo. ¡Feliz 30 aniversario,
Colegiata Nuestra Señora del Cielo!
Meditación