CASEIDAD ENCARNADA
Tiempo de reflexionar sobre el misterio que plantea la Iglesia en dicha cultura, de que Dios quiso hacerse hombre. Tiempo de experimentar esa presencia viva de Dios entre nosotros a través del Jesús.
Tiempo de paladear todo aquello que nos habla de la encarnación, a través de una mujer, María de Nazaret.
La mujer al
estar encinta siente que en su vientre se gesta alguien que es carne de su
carne. De un modo u otro al aceptar una nueva vida, la mujer encarna a otro ser
humano y se hace su primera casa.
El libro infantil “Mi mamá tiene una casa en la barriga” (Cabban
y Andreae, 2001) nos muestra la evidencia de la naturaleza, que especialmente
los niños son capaces de ver. La primera casa de todo ser humano es otro ser
humano, una mujer, quien, siendo primera casa, desarrolla unas experiencias
-dada su condición biológica- que iluminan el ejercicio y las actitudes propias
del arte de la caseidad. Nos indica con toda frescura un aspecto de gran
relevancia en el hecho de ser mujer, que es el don de ser habitables. También
Esquirol (2005) se refiere a ello citando a Lèvinas que considera que el primer
calor que uno siente es el que desprenden los otros que me reciben, y que la
primera morada del mundo es una morada humana. Esta capacidad de ser casa para
otros es la que Rubio (1989) define como un “plus” del ser mujer. “El plus
femenino se basa en que la mujer es casa, es la primera casa de todo ser
viviente”.
Esquirol
plantea también que la casa se relaciona con lo cóncavo, con el don, con lo
gratuito, con el regalo. “La casa es la concavidad del cobijo, del mismo modo
que el cuenco hecho con las manos lo es del don” (2015:43), esas mismas manos son
cuenco que recogen y contienen. Desde esta perspectiva la caseidad,
parafraseando a Esquirol, se relaciona con la entrega a los demás, “darse es
servir a los demás de alimento, de compañía de ternura o cobijo” (2015:45). “La
mano tendida o la mano haciendo un poco de receptáculo o de abrazo: son gestos
fundamentales de la filosofía del don” (2015:44). En este sentido la caseidad
se relaciona con la acogida del otro, de ese otro que siendo ser humano es
vulnerable, desde la gratuidad, desde el don.
Cuántas
personas iluminadas por este tiempo de navidad encarnan y se acercan a ese
saber hacer de María Nazaret y de Jesús, el hijo del carpintero, queriendo ser
cóncavo o receptáculo para el otro, queriendo dar cobijo a tantas realidades y
experiencias vitales que requieren ser vividas en comunión, queriendo ser don
para los demás. Éstas son las personas que encarnan la caseidad en su diario
vivir tan vitalmente que incluso después de la muerte se percibe su acogedora
presencia.
María Bori Soucheiron
Educadora
Directora de Gestión Educativa COANIQUEM
Santiago – Chile
Educadora
Directora de Gestión Educativa COANIQUEM
Santiago – Chile
Articulo extraído de la revista RE diciembre de 2018