ENERO 2020

6 de enero de 2020, Solemnidad de la Epifanía


Hoy recordamos a nuestra querida Maria Bori Soucheiron, amiga entrañable y mujer de una humanidad desarrollada al calor de lo cotidiano, que pasó amorosamente al Padre el pasado 13 de noviembre después de enfrentar  una enfermedad que, en poquísimo tiempo, la llevó a dejar su vida en este mundo para ir a gozar del cielo cuyo reino proclamó con su ejemplo.

Hablar de Maria o presentar una breve reseña acerca de lo que significó para quienes la conocimos, es rememorar su cercanía, alegría y espíritu de servicio desinteresado y abierto a experiencias gozosas y entusiastas, que contagiarían en tantos la alegría de existir.

De fecundo trabajo social, participación activa, entusiasta y una fertilidad que aún nos sorprende, por los distintos e innumerables proyectos y, sobre todo, por su propio itinerario humano y espiritual, cuidado y vivido en profunda consonancia con sus convicciones más íntimas.

Amiga de sus amigos, estuvo siempre abierta a entablar vínculos de verdadera amistad, desde la libertad que cultivó con tanto esmero.

Miembro de la Colegiata Nuestra Señora del Cielo, desde su inicio, llevó a cabo una Teología encarnada, femenina y útil a través de sus estudios basados en la Caseidad -en lo cual tenía un verdadero doctorado- como gestación y aplicación práctica del sentido de la vida y su cuidado en todos sus aspectos; la belleza, la acogida del ser humano como sujeto sociable, capaz de aprender y formarse en valores, entre otras disciplinas que, decía, son la hermana pobre en la educación informal, forjando desde ella -la Caseidad- una pedagogía que la llevaría también a colaborar activamente en la difusión de la Pedagogía Hospitalaria como cuidado de la persona que, habiendo pasado momentos de enfermedad, es capaz de ser resiliente hasta encontrar sentido a su sufrimiento, dando el salto del dolor a la plenitud.

Precisamente este es uno de los objetivos del trabajo que desempeñó durante casi 30 años en COANIQUEM, Corporación chilena que ayuda a niños con lesiones de quemadura y a sus familias, haciendo de la casa de acogida Casabierta uno de los lugares en donde practicara su aprendizaje vital, desde la primera piedra hasta hoy, edificios materiales y humanos de gran altura y aporte a la sociedad Chilena.


Vídeo Maria Bori Soucheiron

Caseidad podría definir su legado personal y espiritual. De Barcelona a Santiago de Chile, miles de casas alrededor del mundo se vieron iluminadas por su alegría y entusiasmo. En Santiago de Chile su recuerdo está más vivo que nunca. En la casa que vivió y cuidó con una entrega total y exquisita, su habitación sigue siendo faro de luz, como lo fue durante casi 3 décadas; la más pequeña pero que hoy luce inmensamente vacía. Eligió la más pequeña,  para dejar espacio al centenar de personas que han pasado por la “Casa de Salvador” o “La casa de la risa” como  la llaman algunos  buenos amigos. Aquí su andar entre los suelos de madera se sentían rápidos, seguros y firmes. Maria para muchos fue un árbol, así dieron testimonio los innumerables llamados de dolor e incredulidad ante su pronta partida.

Muchísimas personas, en el encuentro con Maria sintieron su vida cambiar, nutrirse de sabia buena, de fruto abundante; aunque pequeña ella, solamente de porte, siempre se le vió como inmensa, fuerte, incansable. Árbol maduro de buena madera y mejor sombra, donde siempre buscar cobijo. Ella misma una casa abierta, cálida e íntima. Maria, de un amor exigente noble y juguetón. Maria, mujer de fe, hoy ya trascendida vive el cielo prometido. Hoy se  vuelve tarea a los que tanto la extrañaran, a los que han trabajado, vivido y compartido la vida, la amistad, los proyectos: hacer de lo cotidiano, el cielo en la tierra, del día una oportunidad única de darse y entregarse, de hacer fiesta.

Este recuerdo es el que, muy a vuelapluma aquí descrito, ha dejado en quienes la conocimos, junto con su sonrisa entrañable, su conversación exquisita y la sincera entrega de su ser, en profundidad y alegría a quien estuviera dispuesto a recibirlo, una sonrisa y un vacío inmenso, una paz de saberla en Casa de Dios Padre,  ya extinguida por amor a todos. Solo resta  agradecer a la vida el haber conocido a una mujer extraordinaria, que como buena madera, hoy es tea que ilumina no solo a su familia, amigos y hermanos de itinerario, que tejió con tanto cuido y amor, sino que esperamos que su legado  ayude a difundir el sentido óntico y más profundo de Maria Bori Soucheiron el cual era y será el Celebrar la Vida. 

Colegiata Nuestra Señora del Cielo