FEBRERO 2020

Abramos las puertas del corazón, 

signo de fiesta



La fiesta incorpora a la propia vida aquellas actitudes de la persona que la dinamizan y la hacen ser profundamente consciente del Sí a la vida.

Rescatar al ser humano de tantas dolencias como el egoísmo, la superficialidad, el resentimiento, la tristeza, la ira y tantas otras enfermedades del ser, representa una ardua andadura a la que estamos llamados por amor. 

La vida de San Ignacio de Loyola y de San Francisco de Asís, nos llevan a caminar en este sentido.

El sacerdote y formador de personas Alfredo Rubio de Castarlenas, Barcelona (1919-1996), en su libro “El Itinerario1, redactado en Nairobi (1988), nos propone la ruta que podría realizar una persona para alcanzar la libertad de los hijos de Dios.

Alfredo Rubio sugería destinar un tiempo diario a la soledad y el silencio previo a las actividades cotidianas, propiciaba el encuentro familiar y amical. Propone también, saciados de estas 12 horas de relación con el Padre, con nuestros hermanos y con la gente, soltar el trabajo y las cosas para las que se tenga obligación, y con ayuda del Espíritu Santo abrirse a la fiesta. En este sentido la fiesta es liberadora.

La fiesta es una brecha de espacio y tiempo, es ver al otro de una manera completamente distinta de la mirada cotidiana, descubrir la posibilidad de rehacerse y darse a los demás. Es una realidad diferente, creativa, que nos permite captar a los otros y a nosotros mismos de forma alegre y renovada.

La fiesta es una transformación de los papeles sociales, en la que hay una metamorfosis de los roles y de las funciones asignadas desde fuera.

Es un encuentro con uno mismo, con los otros y con el entorno que causa perplejidad, se reinventa y se da cuenta que es capaz de hacer y de realizar sueños al margen de las formas habituales.


Carmen Riera Jordà
Licenciada en Ciencias Religiosas
Miembro de la Colegiata N.S. del Cielo


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1. Cfr. Rubio de castarlenas, A. ITINERARIO. 2009. Edimurtra, S.A.