MAYO 2021

UNA MIRADA A  LA PANDEMIA 

DESDE LA FE

A un año de iniciar el aislamiento ocasionado por la pandemia causada por la COVID-19 hemos ido saliendo poco a poco y nos hemos encontrado con que, siendo el mismo mundo, no es lo mismo, porque ha cambiado la mirada que teníamos sobre él y sobre nosotros mismos.

El panorama mundial -según datos de Statista.com- muestra que: “A fecha de 18 de abril de 2021, alrededor de tres millones de personas habían fallecido a nivel mundial a consecuencia de la COVID-19”.[1]

Esta realidad que nos confronta nos lleva a nuevas formas de comportamiento, no solo a nivel social, sino también en lo personal, específicamente en la manera en que interactuamos con nuestra fe. Para muchas personas han aumentado los cuestionamientos acerca de: ¿Cómo es posible que Dios permitiera algo tan terrible como la pandemia y qué valor tiene la fe ante tan desesperada realidad?

Los cuestionamientos interiores son llamadas para discernir sobre las formas esenciales de vivir la vida dentro de nuestra fe cristiana y relacionarnos con el prójimo a la manera en que Cristo lo hizo.

Reflexionando sobre este tema, me viene a la mente una cita de Hans Urs von Balthasar (1905-1988), que me ha permitido asumir mis discernimientos de manera muy esclarecedora:  

«Al menos en su propio ámbito histórico puede percibir el hombre la conexión entre libertad, poder y mal. El mal en el mundo procede, como bien sabe por propia experiencia, de la libertad, que para el mal se sirve del poder, del propio o del ajeno, un poder que está siempre ahí, y que en sí no es malo, pero que posee en su interior una tendencia al mal en el sentido de que representa un medio de dominio» (Teodramática Vol. IV, Pág. 128.)[2]

Es nuestra condición de libertad la que, al darnos horizonte de elección, nos coloca frente a las posibilidades de elegir y actuar mal, porque nos dejamos seducir por las mil caras del poder mal entendido y olvidamos que el poder verdadero es el servicio al prójimo, única vacuna eficaz contra el mal, en sus diferentes vertientes.


Y es que ante tanto dolor físico y espiritual que vemos a diario y que sufrimos en carne propia

-porque nadie ha estado exento de perder algún familiar, amigo o conocido en este tiempo- el verdadero mal no es la muerte, sino la indiferencia, no ver que cada persona que nos rodea  necesita de aliento, compañía, oración, comida, en fin, apoyo fraterno, para que juntos cambiemos el mal que significa este tiempo pandémico por un bien mayor, basado en la fraternidad solidaria.

La seguridad que otorga el poder de lo material se convierte en esencia del mal cuando no es usado para elegir, de manera agradecida, transformar el dolor propio y el ajeno en horizonte de sentido y de esperanza.

Estos tiempos, que han sido muy reveladores del rostro de Cristo en medio de tantos prójimos solos y sufrientes, me han hecho entender que la pandemia, con todo lo que significa, ha sido espacio de liberación, reflexión y cuestionamiento para no olvidar el rostro del otro.



Alina J. Bello Dotel
Doctora en Filosofía

Miembro de la Colegiata de NSDC

República Dominicana

 


 

MEDITACION



Cortesía de Antonia Ortiz








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