AGOSTO 2021

 CLARA DE ASIS, MI SANTA AMIGA

Anni estaba sentada en un banco de mi Parroquia. Hablaba con el Crucificado y tenía expresión de estar contándole algo muy doloroso. Eso fue lo que me transmitió cuando la vi. Lo que nunca me pude imaginar es lo que encontraría en ella y en su amistad.

Un día me propuso ir al primer encuentro de la Inmaculada y después, viajar a Italia visitando Roma y Asís.

Fue un encuentro maravilloso donde conocí, que no de vista, a un grupo extraordinario de mujeres que intentan vivir siempre el Evangelio abandonadas en el Espíritu Santo. ¡Yo tenía tantas cosas que aprender! Y caí en la cuenta de que había muchas cosas prescindibles en mi vida y que tenía que dejar atrás, como el maletón que llevaba para el viaje y que Anni, con su gracia y simpatía, me lo redujo a un pequeño maletín. No me faltó de nada.

Acabado el encuentro, salimos de viaje acompañadas de dos amigas más. Pasamos por Suiza y en Ginebra nuestros amigos nos acogieron por pura gratuidad y, a continuación, muy temprano, salimos para Roma donde igualmente fuimos acogidas por otras personas que rebosaban una alegría especial. No estaban contentas por un hecho concreto sino por la alegría de existir pudiendo no haber existido, por el Encuentro amoroso con el Padre cada día, por la Gracia recibida de quien más nos Ama, por el encuentro gozoso con las hermanas en Cristo y por trabajar, junto al ES, por la humanidad.

A la mañana siguiente, salimos a pasear por Roma y, haciendo de guías, me enseñaron edificios impresionantes construidos por la mano del hombre. Tres días de convivencia, y luego, nos fuimos a Asís. Pasear por sus calles, en el mes de diciembre y en pleno silencio, acogía y sobrecogía elevando el espíritu, dispuesto a escuchar a Dios Padre. Entramos en la basílica de San Francisco, el pobre de Asís, quien tanto ayudó a Santa Clara a poder vivir entregada totalmente. Roma, la grandeza del hombre; Asís, la grandeza de Dios.

Entramos en la basílica de Santa Clara. Ya me había leído el libro de Clara de Asís ante el espejo, y me parecía una mujer sorprendente, pero al entrar donde se encuentran sus restos fue como encontrar a una gran amiga. No podía moverme de su lado, necesitaba estar en ese lugar porque tenía que aspirar toda la belleza que en esta mujer hubo y hay. Me senté en el escalón y le conté que necesitaba su protección para que Cristo, al igual que ella le pedía, me atrajera hacia Él.

Francisco y Clara, fundadores modernos en su época, desprendidos de todo y de todos, vivieron lo que pudo ser con alegría. No necesitaban más que a Cristo para ser felices, a pesar del frío, el hambre o la incomprensión de los otros.

Clara fue llamada a ser luz. Clara, una mujer que desde niña guardaba gran parte de sus alimentos para dárselo a los pobres, si veía una necesidad se lanzaba a buscar soluciones. Era una mujer valiente, ingeniosa, que poseía una fe viva, de carácter y serenidad, generosa, noble y, además, era una entendida en vinos. Yo no sé si ella me eligió o yo la elegí a ella, pero desde entonces Clara me dio luz para querer vivir cerca del Cristo Resucitado.

Francisco hablaba con Clara y le predicaba, y ella que desde niña era iluminada por Dios, hizo vida esas enseñanzas renunciando al mundo y, huyendo de sus parientes, se fue a servir al Señor. Practicó la desfusión del seno materno para fusionarse plenamente con Cristo.

Al término nuestro viaje y en la despedida Anni me dio un abrazo tan cargado de amor de Dios que no se me puede olvidar jamás de los jamases, fue un Ángel en mi vida.

Dos años después, un día en soledad y silencio ante nuestro Padre, sentí que, a través del Grupo ARC, me llamaba a animar a otros a ser comunidad bajo la protección de Santa Clara. Ahora estamos, como hizo Clara, dispuestas a ayudarnos para ser fieles hijas de Dios, hermanas en Cristo, presentes en esta sociedad dando testimonio de nuestro Sí a Dios, con humildad, ultimidad y abnegación, presentes en el extrarradio, entre los enfermos, los pobres o marginados. En definitiva, personas que tengan la necesidad de cambiar su estilo de vida para ser otros cristos.

Me emociono cada vez que las miro:  Sara, Virgy, Rubén, Rodrigo, Chari, Loli, Mila, María, Manuel, Rosa, los del grupo de Kolbe, el padre Julio, de quien Dios se sirvió para invitarme al grupo, los que ya no están y las que quedamos: Jana y yo. En unidad, damos gracias a nuestro Dios con la oración de Santa Clara:


“Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstas han conocido que Tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que Tú me has amado esté en ellas…” (Jn 17, 25-26)

Anni tenía cáncer. Hizo un icono orando por sus inquietudes sin dejar de acordarse de nuestro grupo. Un día, en su casa de Barcelona, me dijo:

Oratorio en Murtra Galilea

“Mira, este icono de Santa Clara lo oré pensando en vosotros. Cuando me vaya, porque ahora la necesito conmigo, os la regalo, porque sé que también es una gran amiga tuya”.

Santa Clara, como San Francisco, decía:


“Elegir la perfección del santo evangelio equivale a ser “madres de Jesucristo”. Madre cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo por el amor y por una conciencia pura y sincera; lo damos a luz por las obras santas que deben ser luz para ejemplo de otros”.

Santa Clara fue una mujer que tenía delirio por la eucaristía, trazaba el signo de la cruz sobre las personas y muchos sanaban de su mal, vivía en armonía con la Iglesia. Ojalá todos estos dones sean virtudes en mí.

A los 41 años, comenzó mi proceso de conversión, y día a día, pido a Santa Clara que siga intercediendo por mí, para que nuestro Señor me atraiga hacia Él.

Ahora, el icono de Santa Clara preside, junto a Cristo, nuestro oratorio en Murtra Galilea.


Inma Corona

Murtra Galilea

Miembro de la Colegiata de Ntra.Sra. del Cielo

Cádiz

 

MEDITACION


Imagen Pixabay

3 comentarios: