EL SILENCIO ES ABRIRSE A LA REALIDAD
Uno de los sectores donde más ha trabajado Guardans, es en el ámbito educativo, especialmente con profesores de básica y media. Y señala que con los niños y también con los adultos, trabajar el silencio tiene que ver en cómo atendemos, exploramos y nos fijamos en la realidad y, en el caso de los más pequeños, en cómo el cuerpo acompaña esta escucha, la manera de abrirse a todo, a la realidad… Guardans dice que cuando trabaja con profesores lo que explica es que esta dimensión silenciosa se tiene que incorporar en todos los ámbitos del conocimiento. Está bien hacer un tiempo de silencio al principio que sirva para relajar y reconducir la atención, pero lo interesante es que todas las áreas del conocimiento o de cualquier otra actividad, no se basen exclusivamente en la transmisión del conocimiento conceptual, sino que incorporen las capacidades de contemplación, escucha, interrogación y admiración.
Lourdes Flavià Forcada
Murtra
Santa María del Silencio
Miembro
de la Colegiata Ntra. Sra. del Cielo
Fuente: murtra.org
Imagen: Pixabay
CAMINAR JUNT@S
2. Escuchar
El segundo tema del Sínodo nos invita a plantearnos cuánto, cómo y a quién escuchamos; con quién estamos en deuda de escucha. Si como Iglesia somos capaces de escuchar a personas que piensan distinto y nos cuestionan; si logramos abrirnos a comprender a los demás, sin prejuicios, descalificaciones o condenas…En esta pregunta hay una dimensión individual y también una
comunitaria.
La escucha -activa, realmente empática- es una actitud propia de las
personas respecto a otras personas. Consiste en dejar en reposo nuestras ideas
y propuestas, para recibir con respeto y comprensión las de la otra persona.
Escuchar su historia, sus impresiones, sus valores…y acogerla sin juicios para
poder ofrecerle luego alguna impresión o pista que pueda servirle, si es que lo
necesita.
Y muchas personas capaces de escuchar, forman comunidades abiertas a los
demás, no para renunciar a las propias convicciones, sino siendo capaces de
aprender lo que otros aportan, y de com-padecer si hay sufrimiento o dolor. Estar
a la escucha nos ayuda a poder ofrecer lo mejor de nosotros mismos, de acuerdo
con el Evangelio, si el otro tiene necesidad de algo.
Muchas comunidades abiertas y coherentes, forman una Iglesia acogedora y
escuchadora de la sociedad. Para comprenderla mejor, para sintonizar con sus
necesidades más hondas, para generar una palabra elocuente que surja del
auténtico encuentro.
¿Somos personas, comunidades, Iglesia, capaces de escuchar? ¿Cómo
podemos mejorar en este camino?
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