APRENDIENDO A GESTIONAR EL RIESGO
De directora de Recursos Humanos a formadora de
humanos adolescentes, donde todo recurso es poco. Así fue el timonazo que
di en mi vida, con la ayuda del Espíritu Santo y sus ayudantes,
hace apenas unos meses.
No es que necesitara estabilidad, me diera miedo el
riesgo o disfrutara de un prestigio que no quisiera desechar; eso lo tenía bien
encajado. Sin embargo, sentía un fuerte compromiso que no me permitía abandonar
el puesto de trabajo. Aunque no me desarrollara como la persona que soy y que
quiero llegar a ser, creía que fallaría a aquellas que habían confiado en
mí. Hiperresponsabilidad.
Un mensaje matutino: “¿Te vendrías a dar clases al
instituto, que necesitamos profesor para refuerzo COVID y alguien en el equipo
de Orientación?”. Una respuesta inmediata e idéntica a la que di el año
anterior: “Ojalá, pero no puedo. Aunque ganas no me faltan, es imposible dejar
la empresa en el momento actual en el que se encuentra, desde hace varios años
no encuentro un actual que sea buen momento”. Y así, dejé volar los posibles
observando cómo se alejaban lentamente, con cierta resignación.
¡A otra cosa!
Pero cometí el acierto de comentarlo con mi
comunidad, que me señaló otra perspectiva. Con
cierta guasa, a veces pienso que solo
Dios conoce realmente como eres, y es la comunidad la que lo padece. Y así
me vieron estresada, malhumorada o con abulia, en ocasiones. Por ello, aunque
mis amigos tuvieran que asumir las labores que yo dejaría durante un año y nos
echáramos mucho de menos, se antepuso el bien de la persona. ¡Y quién sabe si
esa decisión luego no tornaría en un mayor bienestar grupal!
Es un privilegio vivir este trocito de cielo en la
Tierra y vivir con personas de tanta calidad humana. Emociona que los que más
te quieren, te quieran libre, te traten con absoluto respeto, sin imponer, solo
escuchando e impulsando a ser lo que más desees. Es como si Dios mismo te
estuviera tratando. Sería un tiempo de disfrutarnos en la ausencia, un período
de reparación para retornar con paz y creatividad.
Trabajar con jóvenes es otro nivel. Tratas pequeños problemas
cotidianos que se hacen un mundo para ellos. Animas a que expongan sus
emociones, que se conozcan, que se muestren vulnerables: las antípodas de
la vida real. Te llevas la mitad del tiempo mandando a callar, y la
otra mitad aguantando la risa porque algunas de las interrupciones tienen
gracia. Salvas la vida de los que te
dicen que su vida no tiene sentido y quieren morir (¡Yo!, a la vez tantas veces
salvada). Escuchas historias para no dormir, familias desestructuradas, sin
recursos, pobres, a las que sus pequeños hijos se les van de las manos. Entras
en casas abandonadas por padres enajenados a los que nadie les enseñó a serlo;
y algunos quieren aprender y te abren sus puertas.
¡Qué bella labor en medio de una inestabilidad
arriesgada e invisible!
A poco, lo evidente es un regalo. Lo pequeño se
hace grande.
Y ahí, en medio de todo, puedo decir: ¡Me salvas a
cada rato, Padre bueno! Gracias por tus caricias constantes y por tus ángeles
que tan a tino estuvieron señalando algunos datos buenos.
Sara Canca Repiso
Psicóloga (Murtra Galilea)
Miembro de la Colegiata de Ntra. Sra. del Cielo
CAMINAR JUNT@S
El cuarto tema que plantea la secretaria del sínodo es:
4. Celebrar
Se nos propone meditar como comunidad, como grupo, cuál es el valor de la celebración de la fe en nuestra vida. La Eucaristía como centro, estar juntos en torno a Jesús Resucitado para alimentarnos con su cuerpo y su palabra, en una lectura compartida de los Evangelios... Los demás sacramentos y maneras de conmemorar y vivenciar la vida de Cristo, todo esto que llamamos "celebrar", ¿transforma nuestra vida para bien?. ¿Orienta nuestras decisiones individuales y grupales?. ¿Ponemos al Señor en medio de la fiesta, presidiéndonos en la caridad?. Interrogantes de largo alcance en nuestra vida de creyentes.
MEDITACIÓN
Imagen cortesía Toñi Ortiz |
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