Hacia el ser ecológico
A raíz de la docencia universitaria prolongada y
enriquecedora con el documento de la Carta de la Paz[1]
(texto corto de sensibilización que pretende favorecer una cultura de paz,
equidad y justicia), inicié una profunda reflexión personal y un largo proceso
de transformación en algunos aspectos de mi vida.
En mí se despertó algo dormido, fui sintiendo la gran
necesidad de ‘desaprender y deconstruir’; seguir otros senderos y abrirme, incluso, hacia lo
profundo de mí, para conocer lo que soy, aceptándome tal y como soy, con capacidades, límites y
circunstancias del entorno. En esta tarea me fui reconociendo como portadora de
injusticias, sustentadora de un estilo de vida consumista -devastador para los
seres y el planeta-; incoherente ante mis discursos de respeto hacia los otros
‘diferentes y libres’ como yo... Con el paso
del tiempo, caí en la cuenta de que me había
desconectado de aspectos que, nuevamente, iban tomando relevancia, como por
ejemplo: mi cuerpo, sus órganos y funcionamiento; o los elementos de la
naturaleza que nos conforman y de los que somos una parte; la unión con el
resto de seres vivos o con la fuente energética
que nos sostiene.
Agradezco estos 15 años. Mientras
trataba de enseñar se me abrían horizontes nuevos, otras visiones del mundo, e
iba haciendo cambios, recibiendo experiencias y aprendizajes.
El punto 5 de la Carta de la Paz[2]
que tanto pregonaba en las aulas, había calado en mis adentros. Me hizo darme
cuenta, sentir -no tanto pensar- mis raíces primigenias (existo como única
posibilidad de ser lo que soy, fruto de lo que me precedió históricamente:
acontecimientos, ancestros, átomos, tiempo y espacio). Se juntaron en mí, un yo
soy rescatado de la nada, singular único e irrepetible que podía y puede reír y
llorar, amar y odiar junto a todo lo que existe. Asimismo, iba creciendo el valor existencial
por el otro, aunque esté lejos o no lo conozca
-es un tú que existe por gratuidad y carambola cósmica como yo-. Redescubrí el
valor de la compleja y rica diversidad cultural que nada tiene que ver con el
linaje sanguíneo y sí, con la hermandad, incluso de todo lo existente,
que se amplía sin límites hasta fuera de nuestro universo. Lentamente, fue una evolución hacia una mayor
consciencia de mí, con la imperiosa necesidad de vivir desde el cuido y la
conservación en los indivisibles ámbitos de la
vida.
Me iba unificando de tal manera que opté por lo ecológico
como una alternativa para mí, más austera y sostenible. Empecé a sentir el
cántico de san Francisco a las criaturas como una oración de palabras sagradas
que me arropaban y se encarnaban[3].
Fruto de este proceso, y tratando de producir el menor
impacto funesto en el entorno, decidí apoyar iniciativas de respeto a los seres
humanos y al resto de vivientes. Empecé a reciclar, compostar, buscar formas
alternativas de menor agresión ambiental; también a colaborar, cuidar y
conservar lo que usaba o tenía, fuera una cuchara, un pájaro o una flor. Inicié
una dieta vegetariana a favor de la vida y en contra de la industria cárnica
que tanto encarecen los alimentos y es la causante de enormes cantidades de
gases tóxicos y residuos sólidos.
Sí, siento el gozo de reconocerme en lo que soy, una con lo creado -desde sus múltiples formas de vida que apuestan de forma silenciosa y creativa por mejorar el mundo, la subsistencia y la convivencia-. Siento la importancia de continuar por este camino ya que formo parte de ese bello universo donde las personas tenemos la posibilidad de humanizarnos o destruirnos, no solo a nosotros mismos, también a la naturaleza que es nuestra casa común.
Imagen Pixabay |
Los seres humanos sabemos que -por ser imagen y semejanza de Dios-, podemos expresar que somos ‘los preferidos’ (cfr. Gn.1,26), pero también sabemos de nuestra responsabilidad en la evolución planetaria. Formamos parte del universo y el planeta; y en él no somos mucho más que otras especies, podemos llegar a extinguirnos fácilmente por nuestra propia y amenazante inhumanidad con actitudes de preponderancia, poder, vanagloria, injusticia…. ¡Somos responsables de que el Reino de Dios se realice en nosotros y en quienes nos rodean!
Todo lo creado es bello, diferente, variado, con diversas
funciones, papeles y características dentro del ecosistema universal.
Parafraseando a san Pablo podríamos decir, ‘somos un solo cuerpo con muchos
miembros…’ (cfr. 1 Corintios, 12). Lo que concierne a la vida, es parte de un
sistema conexo que se mueve al unísono y en armonía, si cada uno responde libre
y benévolamente desde la paz, la belleza, el bien. Y para eso, tenemos buenos
guías: Jesús con sus bienaventuranzas (Mt.5,3-12), San Francisco con su suplica
a Dios, ‘hazme un instrumento de tu paz’[4]
y que nos invita ante cualquier ofensa, a ofrecer amor, perdón, unión, fe,
verdad, alegría, luz, consuelo, comprensión; a entregarlo todo, sin mirar a
quien.
Es un gran reto responder a los desafíos actuales y
reconstruir, crear, hacer crecer, florecer y cuidar cuanto existe en nuestra
casa común.
Anna M. Ollé Borque
República Dominicana 2021 - 2022
Miembro de la Colegiata de Nuestra Señora del Cielo
[2]Punto 5 de la Carta de la Paz: “Los
seres humanos, por el mero hecho de existir -pudiendo no haber existido-,
tenemos una relación fundamental: ser hermanos en la existencia. Si no
existiéramos, no podríamos siquiera ser hermanos consanguíneos de nadie. Percibir
esta fraternidad primordial en la existencia, nos hará más fácilmente
solidarios al abrirnos a la sociedad”
[3] Oración de San Francisco “El cantico a las
criaturas”.
[4] Oración de San Francisco “El cantico a las criaturas”.
Caminar junt@s
7. Dialogar con otras confesiones cristianas:
En nuestra sociedad se han multiplicado los grupos e iglesias cristianas que no se sienten identificadas con la Iglesia católica. No siempre es fácil dialogar, sobre todo cuando nos entendemos como "competidores" por el corazón de las personas. Si bien no siempre el diálogo es posible, podemos preguntarnos:
¿Conocemos a personas que creen en Jesús
desde otros modos de celebrarlo y entenderlo? ¿Dialogamos con ellas buscando lo
que nos une? ¿Qué dificultades encontramos y cómo las superamos?
Meditación
Imagen cortesía Toñi Ortiz |
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